Desolaciones

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Mis días se han dividido en dos. Me despierto en la alta noche, leo un poco aquí y allí y vuelvo y duermo hasta el principio del primero de esos dos días. En el día de una de esas noches, es decir de esos días después de la primera noche, se me vino a la mente un inventario de cosas. De las cosas de la vida; y me pregunté ¿qué hora es en ella? ¿qué hora es en mi vida? Y pensé que son las cuatro y cuarenta y cinco minutos de la tarde... Que aun es de día, que aun es tibio el sol, pero que en la próxima hora se precipitará, inexorable, la oscuridad. Y quise anotar ese inventario de cosas pero algo detuvo mi mente y mi mano. Cerré el libro, cerré mi cuaderno de notas y me dejé ir... ¿Cuándo vendrás a encontrarme en el camino? ¿Pasará lo suficientemente rápido esta hora y quince minutos antes de que termine el día? ¿Qué tal si, acaso, fuera antes... digamos a las cinco y media? ¿O si, mejor, me concedieras nada más quince minutos más? No quiero que nadie me espere ni tenga que acompañarme, ni tenga que cuidarme, en ese tránsito.