Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Cada rato aparecen imágenes, momentos, flashes. Soy un ser de impresiones. Memorioso. Soy uno que mira y que se asombra. Una montaña, unas gotas de lluvia, una recta en la carretera hasta el horizonte, o una mesa llena de frutos de la tierra. El verde tenaz de nuestras cordilleras, el color pardo de las de otras partes. También un rostro al pasar. No necesito cámara por ello. Tomo fotos, si, que se quedan ahí sin ser vistas mucho tiempo. También se me pega de la piel el aire y llevo sin dificultad los olores y sabores. Llevo en el tacto las manos de mi padre, las bendiciones de mi madre aletean frente a mi como si ella estuviera. Y los hombros sobre los que he llorado, soportan siempre mi cabeza triste. Aquellos besos de quien he amado son besos en mis labios. Quizás las palabras me vayan reconstruyendo el camino luego. Pero nunca a modo de recuerdo. Es la vida.
Sí, soy el niño encerrado en una botella con su propio universo; ese niño sin sueños porque para él, en su pequeñez, todo es real, todo es hermoso, todo es azul.
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