Avances

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Hace años que nos hicimos amigos. Muchos años. Con cierta reticencia de mi parte pues me veía miembro de un círculo que no era el suyo. Compartimos —con camaradería lejana pero afectuosa— en las mejores etapas de la vida. Viajamos, jugamos los mismos deportes, nos enamoramos al mismo tiempo. Viajamos, bebimos, hicimos lo que hacen los amigos, Verse era un motivo de alegría al que dábamos tiempo sin medida para conversar de lo humano y lo divino. Sin ser pesados ni cargantes. 

Evidentemente no era de su círculo pero lo soslayábamos no interfiriendo.

Un día alguien llegó con una historia: “Te crees muy amigo de … y mira lo que acaba de decirme”. Tenía que creerlo porque me lo contaban también por amistad. Sin embargo llamé para asegurarme. "¿Dijiste esto?" "Si. Solo que mira, no es lo que quise decir, fue solo un comentario…” "Está bien" dije y lo dejé ahi. Y así se quedó. No sabría qué decir en caso de juntarnos. Huyo de su presencia. El haberle visto hoy y rehuido me hace escribir esto. ¡Esas cosas de la vida!

No es un caso aislado. Las amistades caen como pájaros muertos. Sin despedidas, sin asomo de sorpresa, sin reclamos ni instancias.  Es mi culpa. Todo al final es culpa propia. Juegan los gestos, las palabras, los errores, las equivocaciones. La edad, que nos hace invisibles.  Pero por sobre todo el abandono del campo en que se defiende aquello que se quiere.

Y hay motivos que no se pueden controlar.

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