Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
El mundo atraviesa un lugar cósmico perverso, angustiado, (pre)ocupado,
agresivo, confuso y lleno de ira. Es como un malestar, un catarro cíclico —aviso de algo—, un afiebramiento general que
afecta a las personas que se hacen rabiosas y agresivas. Los países no
encuentran acomodo. Todo está crispado. Pareciera que el conflicto da razón de ser a la
existencia. Hoy atendía una persona en mi oficina y de pronto su rostro
se transformó y sus ojos y su actitud se endurecieron y escuché de sus
labios palabras que nunca imaginé dirían. Que me golpearon
por lo sorpresivas. Cuando le advertí que nada de lo que estaba
diciendo era real, que no tenía razón en ello, no supo qué responder.
Ojalá ese bache se superara pronto, o que yo pudiera
superarlo trascendiendo. Pasando.
Recordé entonces una fotografía en que
me veo tomado de la mano de mi padre. De hecho alguien la recortó para
dejar solo las manos. La mía pequeñisima toma su dedo anular grande y poderoso. Al compartirla mi hermana dice: "Cuando
un hijo toma tu dedo con su pequeña manito, tiene tu corazón, tu vida y
tu alma para toda la vida..." Sí, le respondí, siento aun mi
mano tomando la de mi padre cuando íbamos a su encuentro todas las
tardes. Siento que esa seguridad y ese apego se han desvanecido. Que
todos estamos tan inmersos en el ego desde niños (cada uno con su
tableta, con su teléfono) y tan incomunicados con los otros seres aunque parezca que lo estamos mucho, que cuando requerimos de qué asirnos
verdaderamente, no hallamos nada.
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