Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Oh, amor,
se ha presentado el mundo ante ti
en forma de mujer,
y tú,
¿no estabas entrenándote con los espejos
para hacerte perfecto?
Leonard Cohen
El amor corrió por el mismo cauce de las palabras y le decía amor, amor, amor... Y me decía amor. Y le decía vida, cielo, linda, encanto, corazón y mía. Mía, con cada célula del cuerpo, con todas las neuronas del cerebro, con los ojos, las manos, las orejas, con el alma como era: entera y sin parcelas. Toda. Mia, Mia, Mía. Tú, tú y yo uno nos sorbíamos del universo uno. Tomaba mi mano y la apretaba con tanta fuerza como poseía. Era un océano de amores de amor mío que se hizo de una catarata, del primer beso, de la primera lágrima emocionada. Y se secó. Amor devino en uso que como flor amarillecida fue arrastrada por las olas del propio mar.
Si miro a las estrellas no es por verte en una. Es por huir a una. —Si, para qué mentir, es por amarte, dice el corazón que ama—. Espinos se es en vez de rosas. No soy feliz por ello. Ni lo es.
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