twitter

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Vamos a ver: tengo twitter, aunque no recuerdo su clave ni se usarlo. Veo eso como otra forma de sublimar -en apariencia- el ego, diciendo frases que empiezan siempre con la partícula "yo" convencidos de que importan a alguien. ¿De dónde saca esa cosa que siga, agrupándolos, a esas tres bellezas —Santos, Semana, Uribe— culmen ellas de la mentira, las cuales no veo, no escucho y no leo pues son los vértices de un triángulo de las Bermudas que absorbe toda la materia y la deyecta, y suficiente es con sufrirlas?

Reflexiono sobre esto. El poder político y el poder mediático dependientes uno del otro unidos al poder virtual que se mete a través del correo en apariencia propio (las cuentas del e-mail no son de uno, son las de las empresas que utiliaza) y asume lo que debe gustarme. "Sigue a" me dice en forma imperativa. Pues no. Y no se los agradezco. No seguiré a esa trinidad que ya hace conmigo y cincuenta millones más lo que les place. Y lo hace horrorosamente mal. Ni seguiré a nadie porque me ordene hacerlo. No me da la gana.