Visto

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Ayer en medio del desorden de mis lecturas dominicales vi una historia. La contaré a mi manera. Se trata de que hace muchos años en el zoco de Samarcanda, un hombre pobre con un pan duro en la mano se acercó al lugar donde otro preparaba la mejor comida del lugar. Se sentó entonces al lado de la chimenea por donde se filtraban los olores y sabores y, absorto, acercó a ella su pan para que se impregnara de ellos y lo consiguió: sació su hambre y comió bien. El dueño del restaurante fue donde al pobre y le exigió que le pagara. "Págame, le dijo: ¡lo que has tomado de mí, págamelo!" Sorprendido, éste alegó no haber tomado nada pues solo había levantado su pan al aire. Pero la discusión subió de tono y se hizo notoria por lo que acudió el Sultán quien, sin saber qué decidir, llamó a los abogados más conspicuos y a los más sabios de la ciudad a que le ayudaran a resolver el pleito. Después de muchas exposiciones no lograron ponerse de acuerdo por lo qu e el Sultán hizo venir a alguien más que escuchó y dijo: "En verdad este hombre ha tomado del aire los aromas y los sabores de este otro y, en justicia, debe pagarle por ello. Lo cual podrá hacer pasando por el aire éste dinar de oro que le prestaré, para que tome del aire también su paga el reclamante."

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