—Saliendo de San Miguel de Allende, invierno de 2014, después de un día
de caminar sus cuadras bajo tremendo sol, nos perdimos y resultamos
recorriendo unas bellísimas calles por las que de otra manera jamás
hubiésemos ido. Tomamos una cuesta en zig-zag en contravía, con tan
mala suerte que a punto de coronar apareció de frente el carro que
bajaba. Tuvimos que devolvernos en reversa sintiendo que el BMW pararía
las patas. Jorge, que si vió la señal, se quedó en el plan tasando el daño en el otro carro.
Nosotros nos reíamos y las ladies gritaban. Poco antes, a la hora del
almuerzo, había tomado un bocado en la ensalada que traía un picante que
hizo que, literalmente, se me fuera la luz. Nos reímos mucho
—Obviamente compré un sombrero en las calles de San Miguel de Allende, prevalido de la necesidad del artesano,
que no de la justicia del precio pagado. Antes nos habíamos hartado de tacos en el
patio de una casa en Taxco, aunque éramos invitados al mejor restaurante
del pueblo. Éste resultó insuperable. Si, como aquellos de la esquina
de la plaza de Santa Fe de Nuevo México en un medio día de sol abrasador
y en un momento abrazador.
— Cuando se empieza a creer. a saber con certeza, que las
flores que cortan hoy bien pueden ser las que adornen el propio funeral
mañana, el ser busca expresarse con quienes nos han llevado de su mano. Volver a pasar por el corazón,
es una forma de decirles gracias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario