Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Vi gente feliz hoy en La Enea mientras comía alguna cosa. Las personas sonrientes, sencillas, con un ramo de flores y un regalo para quien las procreó. Las cantinas vacías quizás porque era temprano aún. Son las dos y media de la mañana. Llueve. Hace frío. La noche es muy ruidosa. Se pasean fantasmas negros por la habitación. Pongo alguna música. Abro y cierro libros. Actualizo programas. Pienso en la muerte y otras cosas. Me arrepiento de haber vuelto a escribir algún poema, a citar el verso de alguno, de hacerlo volar en el viento. Abro y cierro puertas. Seguiré con Pessoa en la esperanza de que el sueño vuelva a vencerme. La perrita me mira preocupada. No guardo silencio sino que no tengo derecho de iniciar la charla. Ya no soy ni el mago ni la magia sino el problema.
Abajo en la avenida voces alicoradas, carros con música a todo volumen. Gente despreocupada porque ¿qué objeto tiene vivir si no es así? Vivir cuestionándose cada paso, cada gesto, cada palabra, presintiendo cada acto y cada consecuencia injusta ¿es vivir? ¿Algo será diferente por que lo imponga el miedo? ¿Dejará por ello de amanecer mañana? Cierro los ojos. Pasó mi mano a lo largo de su lomo y apenas si se da por enterada. No le importa, quiere dormir. La acompañaré en ello.
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