Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
De verdad que te quiero,
pero inocentemente,
—Carilda Oliver Labra
Yo espero que vuelvas del silencio.
Que vuelvas del mar
Espero todo el día
Que vuelvas del río
Te espero entre las ramas
En medio del humo de las calles
Te espero entre los muros sin acabar
De aquellas construcciones
Al otro lado de tu casa
entre el olor a humedad
y a cemento fresco de lo que apenas surge
¿lo recuerdas?
En la esquina prohibida
O en esos bosques que hay
en el camino.
Te veo aparecer en mi ventana.
Escucho el frío que sale de tus huesos
veo salir vapor de tu piel sudorosa
estrello tus dientes en los mios.
Yo espero que anochezca
Por si los barrotes son menos densos
Y en la oscuridad de pronto escapa el alma.
Pues en el día acecha el vigilante
—Aquel amor, tu verdadero amor.
No como el mío apenas humo—
Te siguen por las calles
Mis pasos ya cansados.
—Estás en la silla vacía frente a mi
con una taza de café no consumida.
¿Seguro quiere dos? ¿Traigo la otra luego?
¿Está usted segura de que no hay alguien más aquí?
Porque no estoy tan loco ni tan solo... ¿O sí?—
Sé que llegas
En el silencio de una iglesia
En la montaña multitudinaria a la que acudo a meditar
Bajo el sol y la lluvia
Entre la fría calidez del tiempo
Entre las sábanas que me amortajan
Yo te espero.
Y llegas -llagas- cuando cierro los ojos
Te siento entre mis miedos.
Te veo pasar, me reduzco, me refugio.
¡Ah! ¡Qué de sueños imposibles!
Señora, alarga ya esas manos descarnadas
Toma las mías y por favor
Abráceme.
§
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