Se ven cansados los faroles. Doblados por el peso de los años pero más por el desprecio los postes de bronce con sus brazos deslucidos y esos vidrios baratos, azulados.
La catedral, utilizada como cueva de ladrones -hay comercio en sus rincones- no tiene doliente. Rodeada de la jauría urbana que convirtió el centro de la ciudad en plaza de mercado, prostíbulo y venta de rosquillas. Y las roscas al frente.
lfg-c©
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