Las iglesias de los pueblos de montaña no deberían tener relojes. Son tan solitarios e importa tan poco allí el tiempo, que el paso del sol o de las sombras es suficiente. Nadie necesita una hora exacta más allá de la que indique el hambre, el sueño o la vigilia. Mejor que cuatro horas diferentes es no tener ninguna.
Es una hora de cuatro caras y una diferente la real, si es que hay horas reales.
Sería un bello lugar y una bella manera de concluir el camino sin afanes.
lfg-c©
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