Pasares

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Pienso en la compañía ausente. En lo pasajero de la gloria, en lo raudo del amor, en su fragilidad. En lo larga que empieza a ser la vida. Y en general en un final por esperado más lejano. No; en general no pienso en nada. Tan solo veo avanzar el tiempo.

La tarde se desliza soleada.  En la mesa groseramente pintarrajeada de un parque que merece más cariño, dos cervezas se repiten hasta tres veces aunque estoy solo. De vez en cuando observo el teléfono. No ocurre nada en él. Los alrededores están colmados de personas; dos músicos desgranan canciones bajo la torre sin que nadie los aprecie. Intentan con varios aires y terminan con tonadas en portugués de un tiempo demasiado lejano para la juventud que sigue de largo.

Su rostro se descompone al ritmo de su mente, está a punto de derrumbarse pero recupera la compostura. No sabe que está siendo observado. Algo atrae su interés por un momento. Una pareja baja por la vereda. La sigue con la mirada por diez pasos y se desentiende. Vuelve a levantar la vista; mira el azul del cielo entre las hojas de los árboles y entre los edificios. El viento frio hace que se cubra con el saco que llevaba en la mano. Unas personas se acercan a su mesa. Es para cuatro y está solo. Le piden permiso y ocupan los otros asientos. Despliega su simpatía y en un minuto ha establecido una charla en la que participan todos. Hay risas. Uno de los visitantes se aleja y regresa con bebidas. Acepta la que le ofrecen, toma un sorbo y con una sonrisa se pone en pie y se despide. Se dicen el nombre, se dan la mano. Se lleva la lata. Cruza la calle y se sumerge en el tráfico.  ¿A dónde lo llevarán los pasos? No es noche aún. 

Me noto vacío y muy cansado. Un gorrión canta entre el ruido de los autos sin que lo note nadie. Apuro el paso. Han puesto filtros en mi mente y en mi corazón que ella y el rechazan. Que no aceptaré. 

©