Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
El nombre no importa, puede ser navidad, saturnales, o solsticio de invierno. ¿De dónde se originan los regalos? Es una
historia que sigue teniendo significado pero es larga de
contar y posiblemente ya lo he hecho. No son estos objetos que van y
vienen, de los cuales se va haciendo un inventario; que se empacan, se
reclaman, se intercambian o, incluso, se devuelven. Una sonrisa, un abrazo, el
amor que así se expresa. no entran en la lista porque son, en realidad,
dados y porque anidan en el corazón. El roce de las manos, la cercanía de
unas piernas, los besos, las caminadas bajo la lluvia y las tardes bajo el sol. Eso sí que se recuerda
pues pasa a integrarse con el ser y llena todo.
Lo que una
mamá puso bajo la almohada, un carrito de plástico, un caballito de madera, algunas serpentinas, esos globos de
caucho. O lo que dijo una mañana de navidad: el niño dios se
perdió y no nos pudo dejar nada, dándonos a cambio un gran desayuno con migas de arepa y huevos que nos hizo felices pues dejó la esperanza de que los reyes magos no se extraviarian, es amor. Asī pasó, y ese que no trajo y
aquella manera como mamá lo dijo, es el regalo que más quiero. El que no falta nunca.
Han pasado los años. Se supone que es necesario y aceptable dejar claro que todo esto es una tontería, que no
importa, que no es nada. Lucecitas, muñequitos,
ventas, hipocresía. No hablar de ello parece dejar a salvo del conflicto personal. Me gusta la navidad y creo en el niño dios sin duda alguna.
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