No cabe duda de que es una belleza. Desde lejos su imponencia y su armonía. Su color rojo sobre el horizonte de montañas o de nubes. De cerca o estando en él el impacto se aminora y crece la admiración. No es el artificio en si. El puente Golden Gate es atravesado en los dos sentidos por tres filas de vehículos que pasan a toda velocidad. Entonces me detengo a mirar las placas que tienen los nombres de los diseñadores, de los ingenieros y los constructores. No es el puente lo que admiro más, sino esos hombres con visión de presente y de futuro cuyo genio lo hizo posible. También pienso en los centenares, no sé si miles, de obreros anónimos que trenzaron los cables, que hicieron los cimientos, que elaboraron y vaciaron el concreto por la modesta paga que reciben. Lo que hace esta obra es despertar mi admiración por el ser humano, su inteligencia y su capacidad de ver el futuro.
®lfg-c
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