Hay un hermoso roble en la esquina frente a mi casa. Alguien me dice que seguramente muchas aves tienen allí su apartamento.Un día -le respondo- se hizo hogar de las garzas. Pero el hombre, amo de la creación, estaba ahí. Dispuesto a tumbar el árbol antes que permitirles un refugio al lado del suyo, azotaron sus ramas, usaron químicos, ruidos, armas, Se enfermó el árbol, menos por los huéspedes que por todo lo que hicieron para erradicar sus visitantes. Cantaron victoria: las aves volaron o murieron. El árbol se repuso.
Ya no hay pájaros en la avenida, ni siquiera uno de esos gorriones comunes de color café que alguna vez se posaban en los cables de energía justo a la altura de mi ventana.
En New Orleans, en la calle principal, oí un día canto de pájaros. Sorprendido volteé a verlos en el árbol: era un altavoz. Asi estamos: ni vemos, ni hablamos, ni oímos. Ni hay, ni carecemos. Todo viene de y va al teléfono celular, a la tecnología.
¿Quién quiere pajaritos cantores si sus trinos están grabados? La naturaleza se hará virtual. ¿Acaso no lo es esto que llamamos vida?
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