De vez en cuando leo sus notas pues dejo que se acumulen para pasarlas de golpe. Densas, agobiantes, con vocación de vermífugo mental. Aquel emperador romano, Calígula, quería que la humanidad -los romanos todos- tuviera una sola cabeza para cortarla de un tajo. Pero, anota, hace falta sentirse amado. ¿Qué es esto? Lo resuelve: el saludo al despertar, que acerquen un vaso de agua o un te de jengibre. El jengibre es, a mí paladar, picante y amargoso. Así tales notas.
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