Anímate y sorpréndeme. Préndeme. Envuélvete en mi de pronto. Abrázame por la espalda. Dame de entrada un orgasmo de miradas sin disculpas y sin explicaciones. Dime cosas lindas, no necesariamente con palabras. Si, esas que hicieron que pusieramos los ojos en los ojos, que hablaran e incendiaran la noche y viéramos estrellas. Aquellas que hicieran que aquello sucediera. Enciérrame en tus brazos sin edad, ni tiempo; sin pensamientos, siente, deja correr los estímulos que lleguen; que seamos en la eternidad de un instante, en el mínimo espacio, infinitos uno. Déjate querer y quiéreme sin dolor, sin precio, con recompensa. Hazlo. Métele pasión, provoca brillos, fúndete con las superficies en las profundidades. Introdúcete en mi boca y en mi espíritu. Lo apreciaré. Haz lo que te guste, enséñame, aprende. Aprehéndeme. Despójame, réptame, espónjame, succióname, difumíname, evapórame. Seamos. En la negra oscuridad de los ojos cerrados, o cegados de luz, haz del ahora un rayo sin fin. Sin dar al luego una oportunidad, ni instancias o estancias al pasado. No, no como ayer, nunca como nunca siempre como siempre y siempre.
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