Sin explicaciones, sin respuesta, sin crítica. Quien dice adiós cierra la puerta dueño como es de la voluntad y de la llave. Responder el mensaje de adiós -adiós definitivo es redundancia- es hablar al muro, es interferir la libertad, es insistir cuando el derecho ha sido cancelado. Callar no es, entonces, otorgar, sino reconocer.
Mis palabras se quedarán conmigo, así no serán lanzas contra mi.
Su verdad. La mía. Encima de las dos, la verdad. Si hay lugar a la verdad en cosa de sentires.
Un soplo de viento, las palabras. Unos rasgos, lo escrito. Son poder. También los gestos pueden.
Sin peros y sin dudas, gratitud. Ojalá fuera recíproca, pero difícilmente.
Partir es tan hermoso como dejar partir sin resistir. Tan natural como al encenderse de una llama es el que se apague.
Otro lugar donde posarse. Los pies abriéndose al camino.
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