Ojalá no sea porque sea blanco, amarillo, negro o gris, de un lugar o de otro, y solo por el hecho de serlo. No es una repartición, ni un derecho por región. Que sea cristiano, católico, apostólico y romano; que crea en lo que dice es, y en lo que representa. No tiene que ser humilde, ni simple, ni pobre, ni ponerse zapatos rotos y sacar la cara por ello, ni renegar de los rituales. Ser lo que es y hacerlo valer. El que es orgulloso de ser humilde, ya no está siendo esto. Un papa no es el cura del barrio: carga con tradiciones de dos mil y tantos años, no puede andar por ahí como cualquiera o dando bendiciones sin convicción.
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Ocurrió el nombramiento. Un hombre de nuevo llegado de América, sencillo pero no simple, que rescata alguna tradición del papado echada al lado en aras de una humildad más o menos supuesta.
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