Notas de Aire

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

Llueve. Las nubes blancas teñidas de gris smog pugnan contra las ventanas de negros vidrios polarizados. Me levantó y las abro. Entran el aire frío y el ruido de los vehículos que pasan por la avenida allá abajo. Miro los caminantes: paraguas que sostienen un afán, una tarea por hacer, una cuenta por pagar. Muñequitos programados y gestionados por un chip que los lleva donde tienen que ir, a la hora que tienen que ir, a hacer lo que tienen que hacer y solo eso. Muchos se ingresan a los locales de los sistemas de salud, ocupantes de las vecindades, o hacen alli cola quien sabe si desde hace horas. También eso es rutina, si tengo el derecho de enfermar ¿por qué no hacerlo?. 

Las gotas golpean las alfajías metálicas. Un día. Un llamado del computador que termina su rutina de encendido y voy a los mensajes de la noche. Leo uno. Levanto la vista al occidente por entre la neblina blanca; por sobre la cordillera o a través suyo, de rios, océanos y continentes, ese correo trae su carga de afecto, de besos y de abrazos (todos ellos desde el corazón). De esa complicidad tan cara. Vienen tiempos mejores, dice. Solo tiempo, digo. Somos fuertes, dice. Somos, digo. Decir tan solo ¡basta! y haya paz, ahora. 

Sin paraguas ni sombrillas, caliéntanos sol, mójanos lluvia, aire sostennos, tierra tráganos. Y se abre paso viniendo desde el pecho, una sonrisa y ese brillo en la mirada.

Me siento y respondo: "No son las olas... es el viento."

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