Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Ahogaré mis desolaciones en un lago negro
en el que no haya nada
al que no vaya nadie.
Las disimularé en el sueño.
Sin hombro en que llorar
—renuncio a los que no se han ido—
no acudiré otra vez,
como lo hice una,
a uno en la alta noche.
Quemadas las naves, asegurados los resquicios, cerrados los escapes,
ahogados
los gritos formarán silencios abismales.
Si alguien quiere saber que mire a estos ojos.
Aún si están cerrados.
*
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