La manera como me percibo resulta ser atrozmente
diferente de aquella como soy percibido, hasta un punto más allá de la
agresión. El bicho raro que no busca nada -con el que no se quiere nada- es buscado, perseguido, culpado, juzgado, condenado. El bicho raro que solo intenta ser
humano, demasiado humano, resulta extraño a los humanos por humano.
Anoche observaba cómo llegó una
mantis al entorno y causó pánico. Nosotros fuímos a su espacio en medio del campo. No invadió nuestros espacio: invadimos el suyo. Ella seguramente atraída por las luces, por las vibraciones y olores de estos seres extraños y ruidosos, simplemente estaba dando una vuelta para ver de que se trataba. Tal vez fuera la líder o la aventurera o la atrevida de las mantis, o el vigilante enviado a investigar. Si la casa del hombre es su castillo ¿no lo es también, castillo para las demás criaturas? La defendí y convencí a los otros que la sacaran ya que no podían dejarla tranquila posada allí, en su belleza quieta. La hicieron ir, pero el
animalito regresó volando y a pesar de mis reclamos le montaron la cacería "porque
muerden muy duro". Curiosamente resulté dando el argumento. Es un ser
sensible, dije, y por agregar agregué: bueno, también lo era mi madre y
tuvo que morirse. Lo tomaron literalmente y sobre la mantis cayeron los kilos de quien la pisoteó. Se aseguraron de que estuviera bien muerta y lo cierto es que en lo que restó de noche, no llegó ninguna mantis más. Se enteraron del mensaje.
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