Sí, Ulises se ata al mástil para no oír. Es más seguro y plácido escuchar la voz que no dice nada. Hay que arrojar del barco a quienes no se cuidan, para que no lo estrellen contra las rocas. Cuántos crímenes se han cometido en nombre del que vino no a traernos la paz sino la espada. Cuánta más paz si, callado, en vez de milagros aislados hubiese ejercido de lo que pretendía ser.
Debe hacerse la guerra a los que hablan, a los que dicen, a los que desdicen, a los que bendicen, a los que maldicen, a los que predicen y sobre todo a los que convencen por el miedo. Enviarlos a hablarles a las arenas a ver cuantos granos mueven las palabras. O a los árboles. Nos deben callar a los que manifestamos lo que nos gusta y lo que no, por conflictivos. Partir de que me importa tanto que no estés de acuerdo conmigo, como a ti no estarlo. Que irme al infierno es cosa mía. Que los gritos que llenan la vereda no dicen "paz" sino "gol".
Este lobo demente, este de mente lobo, sabe que los que gritan "paz" son los corderos.
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