Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Soy un habitante permanente de mi propia cárcel de la que aún no encuentro manera de escapar. Aliento, es decir respiro. Vivo. Escribo. Leo. Viajo por los intersticios de mi cerebro y por las imágenes. Me refugio. Abrí montones de puertas a lo largo de la vida. Algunas las cierra suavemente el viento del otoño, otras las voy cerrando y de otras escucho el portazo violento.
Tengo desesperanza y tengo miedo. Veo el mundo como atravesando una onda cósmica extraña y al país convulso, dividido, violento, crispado y despistado. Veo un gran fondo negro al fondo. Superé la televisión y los periódicos; me falta superar la radio y quedarme en la música que hoy está a disposición en el aire, y en los libros y en lo desesperante de mis textos.
No. Ni siquiera heredé de la tierra una mano de que asirse, un pecho en que dormir ni un hombro para recostarse.
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