Luis Fernando Gutiérrez-Cardona
Yo era columnista semanal del Diario La Patria y Orlando Sierra era su subdirector. Coincidiamos un domingo si y otro también en un
restaurante ya desaparecido donde hacían los mejores raviolis de la ciudad. El con los
suyos en una mesa y yo con los mios en otra, nos reconociamos sin
acercarnos. Se sabía condenado a morir por el poder político-sicarial de
la coalición gobernante. Pero no claudicó. Le dispararon a la 1:49 de la tarde en la esquina de la carrera 20 con calle 22, a unos metros de la sede principal del periódico. A quemarropa el sicario alojó dos balazos en su cabeza. Se suele decir "paz en su
tumba". Nunca en ella ha habido esa paz. Ni la habrá. Porque quienes ordenaron su muerte continuaron ejerciendo su poder político hasta el día de hoy en que esta justicia extraña ha dado un paso: condenar al determinador que sigue libre...
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