Notas de media noche

Luis Fernando Gutiérrez-Cardona

¿Me disculpa usted si le hago una pregunta? Es meramente retórica. Bien puede ser que usted no quiera responderla, pero la haré: ¿Es muy mal hecho de mi parte, si de manera sorpresiva e inapropiada le digo a usted que usted me gusta?
La pregunta sorprende. No es malo, me dicen. Aunque pudiera ser que sí puesto que no sé quién es usted ni lo conozco.
¿Solo alguien que usted sepa quién es puede decirle que le gusta? ¿No sería eso reducirse demasiado? Pero usted podría, con razón, decir que es mal hecho porque no sabe quien es el otro. Y yo decir, con razón, que no lo es, porque no sé quien es.
Podría ser que usted me responda porque yo le insisto. También podría ser que yo le insisto porque usted me responde. ¿Cómo se rompe ese círculo vicioso? ¿A quién le corresponde hacerlo?
Es evidente que existo porque usted no me ve y si me viera usted tendría motivos para que yo no existiera para usted. Ver es apartar. No alcanza a ser el nudo gordiano. Ni siquiera un caso psicológico. Es solo un tipo que juega con las palabras a la media noche.
Mencioné lo del nudo gordiano para sugerir que no lo resolviéramos de un tajo, pero lo hizo.
Alguien me dijo: "Ah... qué bonito. No sabes como me cae de bien leer eso ahora. Está lloviendo delicioso, tengo mi ex al lado desnudo y acabamos de hacer el amor. Y me pasan muchas cosas que se relacionen con esto." ¿No es que usted, al contarme eso quiera matarme la ilusión? Porque siendo ilusión no hay manera de matarla. "Que no muera ella" me réplica.
Me dice que desea conocerme aunque entiende el sentido del anonimato. Le respondo que a los siete mil millones de habitantes del planeta menos unos pocos no me atrevería a decirles "anónimos", salvo por necesidad jurídica..
Estás un poco loco, concluyeron. Y, para sus adentros, bobo.

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