Es el primer día del verano. Ayer día de solsticio. Quizás sea el último de mi vida, o mejor: ojalá lo sea. Y me pregunto: ¿habrá otra oportunidad de tener nuestros labios como vasos para beber de ellos un ron, un vino? ¿Habrá lugar a una caricia? ¿De que sean buques nuestros cuerpos y océanos nuestras espaldas? ¿Qué sean montañas a ascender nuestras colinas, nuestras manos espuma suave y nuestros brazos alas? ¿Pudieron ya, en definitiva, el miedo, el desamor?
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