Epicuro

"Haec, inquit, ego non multis, sed tibi; satis enim magnum alter alteri theatrum sumus. "
Epicuro

"Cerca de mi no hay más que lejanias."
Antonio Porchia

octubre 10, 2025

Desde las catedrales vacías

 


Uno recorre la vieja Europa de catedrales vacías, de iglesias transformadas en bibliotecas, en hoteles, bodegas o simplemente abandonadas... lugares de visita, que no peregrinación, de turistas y cristianos vergonzantes mientras los habitantes  provenientes de otras culturas se muestran orgullosos y desafiantes. El cristianismo, en particular el catolicismo, parece esconderse: las catedrales habilitan una puertica lateral "para el culto", como si la religión fuera molestia, pero al otro lado de las grandes barreras de fierro, pagando, se entra por las puertas grandes no a contemplar el espíritu sino la arquitectura o el arte. El alma se ha vuelto patrimonio. De Porto a Bruselas, de Amiens a Londres, entré a cuanta iglesia se cruzó, no por devoción sino por fidelidad. En ninguna, entre el bullicio y las selfies, encontré un rincón, un momento solo, un temblor. No pude entrar a Notre Dame —estaba en obras, ya sabemos: el fuego reveló su fragilidad. 

Y fue, paradójicamente, en la Basílica del Sacré-Cœur —donde menos lo habría esperado— que ese instante se dio. Entre miles de turistas, entre cámaras y pasos, sentí el silencio de la iglesia parroquial de un pueblito cualquiera. No soy particularmente creyente. Me defino como cristiano genético. Llevo en la sangre las campanas, el rito, el eco de los cantos, la ceniza. las velas y el incienso. No es fe, es herencia. No es dogma, es constancia. En ese rincón, compartí por un instante la fe de mis ancestros. No la fe que salva, sino la que recuerda. No la que promete, sino la que acompaña.

Pensé: ¿qué queda del cristianismo en esta Europa que lo edificó piedra sobre piedra? Las iglesias vacías de religión, se habilitan para usos  prosaicos; los rituales se desvanecen, el cristianismo institucional pierde  relevancia pública. ¿Es eso decadencia o es transfiguración? Algunos pensadores sugieren que el cristianismo no muere, sino que se retira a formas más íntimas. La fe, sostienen, se vuelve menos normativa y más poética, menos dogmática y más ética.

Mientras tanto, el islam crece en visibilidad, tanto por migración como por natalidad. Llena el espacio, aunque decirlo así puede ser una metáfora engañosa. Las religiones no se sustituyen como muebles en una sala vacía. El islam europeo es plural en apariencia, fanático en el fondo: hay quienes lo viven con serenidad espiritual, otros lo politizan, y muchos lo practican en formas híbridas con la cultura secular. La corrección política protege su expresión, e invisibiliza sus tensiones.

Quizás no asistimos a un fin definitivo, sino a una recomposición del mapa espiritual. El cristianismo europeo se hace minoritario, pero no irrelevante. El islam se exhibe, procurando hacerse invulnerable a los desafíos de la modernidad. Y en medio, surgen formas de espiritualidad sin nombre, búsquedas de sentido que no caben en ninguna ortodoxia.

Gómez Dávila, con su lucidez aristocrática, al anotar: "Los cristianos somos expertos en decadencias", sugiere que la decadencia no es el fin. Podría ser la manera como una tradición se despide del poder para refugiarse en la belleza de lo desconocido. ¿Y si el cristianismo europeo volviera a sus catacumbas, no por derrota, sino por fidelidad a su origen?

 



 

 

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