Epicuro

"Haec, inquit, ego non multis, sed tibi; satis enim magnum alter alteri theatrum sumus. "
Epicuro

"Cerca de mi no hay más que lejanias."
Antonio Porchia

julio 23, 2025

Díptico del tiempo que no dura


Díptico del tiempo que no dura

Nos dijimos adiós tan simplemente
que pasó nuestra pena inadvertida. 

—Jorge Robledo Ortiz

 

Envio

Dos fragmentos escritos en noches diferentes, una misma noche,
unidos por el aire y por la ausencia.

No buscan recuperar lo perdido
ni conservar lo que ya no se usa.

Solo acompañar —con palabras depuradas—
aquello que pasó sin dejar rastro,
pero que sigue ocurriendo
cada vez que se recuerda sin aferrarse.

Un gesto,
no una respuesta.

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I
 
Quise representar algo en su vida.
Algo es: cualquier cosa diferente a nada.
No había por qué,
apenas mi deseo.
No lo logré.
O sí.
 
Vive en mí,
dio razones de ser a mi existencia.
Acompaña la soledad en ocasiones
y acompaña también la compañía.
 
No es tan diferente de la muerte:
quien tanto importó,
—a quien tanto importamos,
se la lleva un día.
 
Lo que deja es recogido,
expurgado,
despreciado.
 
Se conserva lo útil, lo valioso.
De lo demás se prescinde
en veloz forma.
 
Dentro de ese demás, los afectos:
—los que tuvo, perdidos,
los que le tuvimos, idos—
se asientan pronto en el olvido,
o en un silencio
que niega el dolor,
o no lo reconoce.
 
La memoria es un calabozo que se visita cada tanto,
—o se manda visitar—
para asegurarse de que algo vive.
El olvido una jaula
que existe a voluntad.
 
La muerte es mucho más larga que la vida,
aunque por esta se responde siempre:
Vivió bien /
pero...
 
II
 
Ese dejo nostálgico por las cosas de antes...
 
Los discos que decidí conservar están por allá, en una caja.
No tengo donde reproducirlos.
Ni hace falta.
 
Todo está en el aire.
 
Pero claro, se les tiene afecto.
Y no pocas veces
ganas de verlos girar
mientras pasa, otra vez —en cada vuelta—
la imagen de quienes los escucharon conmigo,
las circunstancias en que lo hicimos,
el momento de comprarlos,
con esfuerzo y emoción.
 
Hoy se suelta al aire una frase,
y la música suena
en cualquier cosa de tantas que tenemos
Casi siempre en solitario.
O para uno mismo.
 
Recuerdo la mano de mi padre,
poniendo la aguja
sobre una de esas gruesas pastas de 78rpm.
 
Las de Carlos,
los long play que pagaba por clubes en el centro.
 
Las de Olga Lucía,
que me descubrió a don Octavio Henrique de los boleros,
a quien solo escuché
en su compañía.
 
Camilo,
rompiendo el celofán de aquel álbum doble de Juan Gabriel,
en noche no olvidada.
 
Serrat con Ricardo.
El Serrat que fue, 
no el que se mantuvo.
 
No me gustan las cosas viejas.
Ni los muebles de estilo,
ni las fotografías de antepasados colgadas en las paredes.
Ni guardar por guardar,
excepto libros.
 
La foto de mi madre
no es mi madre.
Ni yo mi foto de ayer —
se dice bien:
este era.
De que lo fuera
no hay que estar seguro.
 
Tampoco el presente dura mucho:
se toma aire
y cuando se lo suelta,
ya pasó. La eternidad persiste. 
Moléculas de oxígeno,
hasta que una nueva
no sigue a la que salió.


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