"Por el principio de conservación de la energía, la masa de un objeto tiene que cambiar al moverse. La energía relacionada con el movimiento adquiere el aspecto de una masa adicional, con lo que los objetos se hacen más pesados al moverse."Entiendo el por qué de lo que veo, al leer esa afirmación del físico Richard Feynman, un rato después de tomarme accidentalmente una selfie, echado más que sentado en el sillón para leer y ver TV. Masa y energía se desploman. Ya no me siento, caigo.No es cierto. Refuté al médico que me decía que sentirse joven es real y más trascendente que el hecho mismo de envejecer. Se es o no. Cuerpo y mente van a la par, le dije: lo que se diga es tontería contraevidente.La clave está en la resistencia, es decir el límite del esfuerzo por debajo del cual se puede soportar un nuevo ciclo de carga sin presentar fallas.La naturaleza humana va hacia ese límite y lo alcanza. La resistencia divina ya lo hizo dejando aquella a su suerte, vale decir al alcance de su estupidez. Gano peso al moverme y empecé a hacerlo al ser concebido. No flotamos, nos precipitamos sostenidos del universo mismo.
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