Cada vez que oigo la palabra Patria de los labios de un político se me arruga el alma. Porque algo está tramando en contra de la patria. De todas las maneras quiere explotar ese territorio, esos habitantes y esos sentimientos. En nombre de la patria se inician las guerras, bajo el nombre patria se cometen los abusos, las torturas, los latrocinios. Los incontables millones de muertos a lo largo de la historia se han producido en razón de esa palabra; las revoluciones en nombre de la patria han ocurrido; el holocausto, como las bombas atómicas, se hicieron para defender la patria.
Todo debería hacernos pensar, cuando al lado de una bandera y con la mano en el pecho un fulano dice amar la patria u obrar por y para ella. Ama el poder, y ni siquiera el poder, el tirano que subyace en el demócrata supuesto, ama es SU poder, el poder suyo, expandirlo, imponerlo, mantenerlo. Por ese amor, hace cualquier cosa. Llámese como se llame y desde cualquier postura o ideología.
Al oír la palabra Patria pienso en la guillotina, en Hitler, en Stalin, en Castro. En los generales argentinos. En El Palacio de Justicia. En Vietnam. En Hiroshima. Y la humanidad se me hiela.
No es hoy el día de la patria en esta patria. Es el día de los dueños de la patria.
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