¿Qué soy yo para ti? Esta pregunta se inscribe pronto en la niñez. No se discute el amor de madre o padre, pero es humano que en momentos de fatiga o impaciencia suelten tal pregunta en forma de reproche. Es retórica, claro, y se fija en la mente. Un poco más adelante cuando aparece el amor, primero en tono de pasión después de nuevo en tono de reclamo, renace y se repite. Se dice en la amistad, se dice en el trabajo, se dice en el compañerismo y en las relaciones inexistentes o que apenas nacen. Es injusto porque al formularla se transparenta amargura. Si acaso se obtiene una respuesta esta servirá como mayor motivo y forma de azote.
La verdadera pregunta no es qué soy para ti sino qué eres para mí. La respuesta es conveniente mantenerla en reserva. El camino de la vida es uno lleno de curvas y de contracurvas, de giros peligrosos, de abismos, y de pocas rectas.
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