¿Qué tiene que ver esto con el deporte?, pregunté en familia mientras veíamos la inauguración de los olímpicos, en el momento en que, con fondo de última cena de dama voluminosa y demás personajes extraños, una cubierta se levantaba y surgía de una bandeja un humano desnudo, pintado de azul, en medio de viandas, evocación o representación del dios baco, cantando algo incomprensible. No había entendido el significado del fantasmagórico personaje enmascarado que portaba la antorcha ni mucho menos el caballo metálico que galopaba por el río Sena. Pero muchísima gente alrededor del mundo se estaba haciendo la misma pregunta: ¿qué tiene esto que ver con la olimpiada? El mal gusto de las María Antonieta decapitadas cuya cabeza cantaba en las ventanas en medio de una nube sanguinolenta ya me había producido arcadas. Ella, como lo veo, fue asesinada por el solo delito de ser la esposa del rey. Como tal, ejercía de reina y usaba de los privilegios que eso otorgaba, como hoy las primeras damas al uso. ¿Cómo exhibirla así en estas épocas de feminismo desbordado? En fin, poco a poco las redes explotaron. No era yo el único al que la cosa le parecía asquerosa, denigrante y decadente. Las explicaciones han abundado, un intento de censura del COI pretextando la propiedad de las imágenes que había puesto en la televisión y en las redes. El ataque al cristianismo mientras a otras creencias nada tolerantes no se las menciona... Espectáculo lamentable en el que el deporte poco importó, y con el que el valor de lo humano descendió.
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