Epicuro

"Haec, inquit, ego non multis, sed tibi; satis enim magnum alter alteri theatrum sumus. "
Epicuro

"Cerca de mi no hay más que lejanias."
Antonio Porchia

agosto 18, 2024

Sábado


 

Día interesante. Fui con unos amigos a ver el apartamento que compraron y están transformando. Es uno grande, muy grande, hermosamente rediseñado. Se aseguran un buen vividero para morir. Bajamos, nos detuvimos en la esquina para despedirnos con abrazos y buenos deseos y decidimos ir a almorzar al restaurante que pusieron hace unos meses en la falda de la 61. "Santo frijoles" se llama. Había algunas mesas disponibles, tomamos la más cercana a la entrada y una ola de calor nos encerró. Pediremos. Mis compañeros son de esos que destrozan el plato desde la carta. No van a comer lo que allí venden sino lo que ellos quieren que les vendan de lo que allí venden.  ¿Qué trae?, es lo primero que preguntan. Aunque la fotografía y la descripción sea exacta, además, tienen que oirlo. De paso: si la persona sabe leer no necesitaría la fotografía, y si no sabe, la descripción. Bueno. Empiezan a querer quitar todo aquello que el plato trae:  a la ensalada, quítenle los tomates, quítenle las lechugas y que no tenga cebolla. ¿Sería posible esto sin esto y algo más de aquello?¿Mejor con otra cosa?. Dicho en tono de solicita imposición van deconstruyendo la construcción mientras quien toma el pedido asiente sin saber cómo cumplirán esos deseos en la cocina donde todo está diseñado para ser como es. Al final, han pedido. Lo hicieron en otra parte: una hamburguesa sin carne, sin queso, sin tomate, sin... y cuando les trajeron dos panes con unos pepinillos se extrañaron y preguntaron: ¿qué es esto? Lo que quedó.  Pero el costo es mayor porque para suprimir hay que tener qué suprimir.  En fin volvamos. Tratándose de lo que se trata pedi el plato bandera de la casa. Aún, viendo la foto y sabiendo leer, pregunté: ¿es así? Y así es. En un gran recipiente una porción heroica de frijoles, arroz, plátano, aguacate, chicharrones, chorizos, y carne en julianas todo coronado por un huevo frito.  Seis pisos de comida. Antes aproveché que se pararon de una de las dos mesas delanteras que están sobre la puerta e hice que nos cambiarán a ella para evitar el calor. ¡Ah! Llevábamos el perro que ladraba y ladraba. Para callarlo lo único fue darle trozos de lo que comíamos. De mi épica porción, pues, quedó la mitad. Los otros también dejaron de las suyas. No ofrecen postres, así que a suavizar las papilas en otro lugar. El centro comercial lleno de deambulantes humanos que  cual zombies andan sin comprar nada.

Camino a casa se me ocurrió explicar la palabra "mortadela". ¿Por qué comemos algo que tiene un nombre tan horriblemente descriptivo? Mortadela, obviamente, no es otra cosa que trozos de muerto. Alguno de los del carro no pedirá de nuevo jamás un sándwich de ello, estoy seguro. Mortadela es mortecina.

Ya en casa tras dejarme poseer de un sueño sabatino, ví la reseña sobre una serie de Netflix. De Martín Scorcese "Supongamos que New York es una ciudad", es una charla con Fran Levowitz que, so pretexto de la ciudad, habla de la vida. De la vida como muchos la vemos, como quisiéramos fuera vista. Me puse de un tirón sus siete episodios que seguramente volveré a ver. Qué recomiendo ver.


 

 


 

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