Epicuro

"Haec, inquit, ego non multis, sed tibi; satis enim magnum alter alteri theatrum sumus. "
Epicuro

"Cerca de mi no hay más que lejanias."
Antonio Porchia

julio 28, 2025

La moneda no paga el cruce, lo agradece.

 

Si. Bueno. No se. Uno comienza a sentirse mejor en el silencio y en la soledad. La superficialidad, el ruido ambiente, la cosificación, la crítica, hacen mella. La gente está pero no está porque cada quien tiene el celular o el portátil sobre la mesa... Una presencia de ausencias que origina la pregunta: ¿qué hago aquí?

Pregunta que no busca respuesta sino eco. Dicha para ver quién escucha sin distraerse. “¿Qué hago aquí?” no es queja, es tanteo: no es evasión sino presencia sin interferencias.

No me falta el mundo, es el mundo lo que sobra en su forma desconectada. La presencia de ausencias dibuja el simulacro de compañía: la mesa compartida sin mirada, el gesto sin afecto, la palabra vencida por la notificación.

Puede plantearse de otra forma: ¿qué dejaré de hacer aquí? Tal vez sea una invitación al retiro, al momento sin dispositivos,  a conversaciones sin  Wifi, a la complicidad de una pausa.

La travesía larga, la presencia breve. Las visitas son geográficas o afectivas. Viajar, para conectarse a lo mismo desde otra sala. La mesa servida, los recuerdos listos, la palabra sin interlocutor, son innecesarias. Lo que ocurre no es ausencia, sino forma dolorosa de presencia distraída.

Ideo:

     Lo que nos separa no son los kilómetros, sino los dispositivos que nos impiden llegar.

O quizá:

     Vino con todo menos con él mismo.

     Estás aquí, no allí.

El agotamiento de lo ritual, lo presencial y lo significativo. La disolución afectiva, la presencia hecha interfaz, la casa medida por su nivel de automatización, no por su calidez.

El planteamiento, tímido, apaciguado,  es un umbral. No prohíbe, no acusa, delimita. Donde la compañía es un artefacto titilante, decir, con dignidad que no se disculpa, que el silencio y la soledad reconfortan, es acto subversivo o melancólicamente anacrónico

Estoy fuera de lugar. Pero estar fuera de lugar es estar en otro. ¿Y si esa incomodidad fuese brújula? La vacacidad  —esa forma de estar sin agotar, de nombrar sin invadir— convierte el desajuste en señal, no en condena. Quizás el punto no sea ese, sino qué sitio aún merece o resiste mi presencia.

Ideo:

     Quien se siente fuera de lugar no ha perdido el sitio, ha ganado la lucidez.”

O:

     Entre presencias no presentes, elegir la soledad no es huida: es cuidado. 

El Yo campea. Yo, pronombre que intento no usar sino en cuanto es inevitable no como reafirmación del ego sino como pausa entre memorias y convicciones. No aferrarse al "yo" como núcleo, sino dejar que se disuelva sin peso o repetición.

     No todo es mejor por ser pasado —afirmo,  como poda justa: reconocer la raíz sin idealizar la rama caída. El pasado como semilla de la que surge y como  pedestal sobre el que se posa lo que vuela.

Tal vez el “reset” no sea borrón sino reapertura: no olvidar lo vivido, sino dejar de usarlo como mapa único.

     El yo no se reinicia, se abre otra vez sin garantía de retorno. 

     A veces el pasado debe descansar, para no volverse obstáculo.

La moneda de Caronte no es despedida, sino ofrenda. No pago un cruce ni busco otra orilla. Allá no hay nada. Gestos y silencios son valiosos, aunque requieren coraje. La solución no es cerrar, sino actuar: tomar la barca para honrar lo vivido, no para huir.

     No me fui: fui hacia donde nadie interrumpe el silencio. 

     No dejé de estar, dejé de figurar. 

La moneda no paga el cruce, lo agradece.

Las manos cierran el computador.


 


 

 

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